El FC St. Pauli consumó una permanencia agónica pero celebrada como un título en el barrio portuario de Hamburgo. En su primera temporada de regreso a la Bundesliga desde 2011, el modesto club pirata logró mantener la categoría al finalizar en la 15.ª posición, apenas por encima de la zona de descenso. La salvación se definió en la última jornada: pese a que St. Pauli cayó 0-2 en casa, se benefició de la derrota simultánea de su rival directo en la lucha por la permanencia para no verse alcanzado en la tabla.
La campaña fue una montaña rusa para los marrones, que alternaron victorias memorables ante rivales de enjundia con rachas negativas que hicieron tambalear sus aspiraciones de permanencia. El joven técnico Fabian Hürzeler, de 30 años, supo mantener la calma del grupo en los momentos más difíciles y acaba erigiéndose en héroe del club. Jugadores como Jackson Irvine, capitán y alma del equipo, dejaron el alma en el campo jornada tras jornada para lograr el objetivo.
Cuando el árbitro pitó el final en la fecha 34, el Millerntor explotó de alivio y alegría. Aun tras la derrota, miles de aficionados invadieron respetuosamente el césped para festejar la tan sufrida salvación junto a sus jugadores. St. Pauli se queda en la Bundesliga contra pronóstico, demostrando que con trabajo colectivo, apoyo de la hinchada y algo de suerte, los milagros futbolísticos son posibles.